diciembre 15, 2010

Sin abejas

Besos, risas; entre cervezas coloradas y rubias. Música, cigarrillos y ese baño hostil.
Todo un juego.
Una luz tenue iluminaba tu voz y tu guitarra pasional. Dulce como la miel, la cantidad justa; adictivo como la droga.
Más, constantemente más.
Tu casa llena de colores psicodélicos transmitiendo la inexistencia de límites. Y vos tirado, pez, con tu sonrisa de siempre.
No hay leyes porque todo fluye, ¿qué necesidad hay de controlar los brotes espontáneos de cada uno?
Cálido, abrasivo como un fuego vivo.
El balcón y el frío. Los vecinos y el cenicero o algún vaso cayendo.
Me sorprendés porque sos revolucionariamente nuevo, desconocido. Los enigmas siempre atraen y esperan ser descubiertos; para eso fueron creados.
Me corrompés, o me dejo corromper.
El tiempo se consume destilando despedidas nunca demasiado gratas.
Me acompañás porque no te gusta dejar a nadie mal.
Negociaciones; la seriedad corta el aire apresurado. Yo sólo quería prolongar la existencia de lo que sea que surge cuando nos vemos. Hoy no quiero rótulos.
Ternura subjetiva que no te gusta; y si no te gusta a mí tampoco.
Entonces, ya no es serio ni divertido; es frustrante. Porque no hay nada que decir ni hacer; sólo dejar al tiempo hacer manar un sentimiento nuevo.
Y por suerte, no falta mucho. Sólo un pedido; no una negociación porque, esta vez, ambas partes están de acuerdo.
Te quiero pedir, pero me autosiembro la semilla insegura de la duda.
El colectivo, un beso.
- Eso te quería pedir
- Eso no se pide
Gracias.

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