noviembre 02, 2009

Nuevo

Hoy es un día atípico. Me desperté con esa sensación que aún conservo. Los nervios, la impaciencia, la ansiedad y las ganas me atacaron, el malhumor se apoderó de mí, luego, me abandonaron, pero éso... éso lo sigo sintiendo. No sé cómo describirlo, pero creo entender con qué está aparejado.
Y quiero más, sinceramente, deseo más.

Lo esperé y llegó, en su momento no supe cómo actuar, qué esperar. Tampoco estoy segura de qué pasó, pero fuera lo que fuera, me gustó. No sé si lo sentí como debería, pero algo en mí cambió.
Por otro lado, me da miedo pedirlo, invocarlo, ya que no sé cómo hacerlo. Así que, espero con ansias el miércoles para preguntar más al respecto.

Lo cierto, es que me gusta la lluvia, tiene algo tranquilizador en el ruido. El agua cayendo en forma de gotas, los truenos, los relámpagos estallando frente a mis ojos cerrados, me apaciguan, me enseñan a ser paciente y no desesperar. Al lado de la ventana de mi cuarto está el techo de la casa de al lado, ansío desesperadamente saltar para poder llegar al piso plateado y poder sentirla, desde ahí; que me remoje el alma, que renueve energías y me quite todo lo negativo.
Cuando el agua corre, siento eso, quiero acompañarla, quiero correr con ella, que seamos compañeras fieles, yo le ofrezco un hogar -mi cuerpo- y ella me ofrece secretos.

Y este texto, no viene de regalo, viene realmente emparejado con lo anterior. Siempre fue así? O sólo desde el sábado a la mañana?
Es como si se hubiera activado algún receptor sensorial en mi piel y mente, que me permitiera ver más allá, fijarme en cosas minúsculas o contentarme con lo pequeño. Como si hubiera adquirido nuevos centros nerviosos que se ocuparan de lo más profundo, de lo antes ignorado.

Y me gusta, me gusta. Es nuevo, pero me gusta. Lo estoy explorando, esperando llegar más allá, esperando ansiosamente el momento de descubrirlo en su plenitud.

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Siéntate a ver el día.